Por Protocolos CANA
Introducción
El ser humano, desde tiempos inmemoriales, ha buscado la forma de entender la complejidad que encierra la materia y la vida misma. Esta búsqueda nos ha llevado a descubrir conceptos fundamentales en la física y la química, tales como los átomos y sus componentes subatómicos: protones, neutrones y electrones. Los átomos, que constituyen la base de toda la materia, están formados por un núcleo (compuesto de protones con carga positiva y neutrones sin carga) y una nube electrónica de electrones con carga negativa [1]. Comprender la distribución de estas partículas y la forma en que interactúan entre sí resulta esencial para descifrar muchos procesos biológicos, incluyendo aquellos que tienen que ver con la salud y el bienestar humano.
La idea de que la Tierra podría tener efectos terapéuticos directos sobre el cuerpo ha fascinado a varias civilizaciones a lo largo de la historia. En la época antigua, especialmente en culturas indígenas y comunidades arraigadas a la naturaleza, se observaba la costumbre de caminar descalzos o sentarse sobre la tierra húmeda para “conectarse” con la energía del planeta [2]. Si bien en ese entonces no existía una explicación científica que fundamentara esta práctica, la experiencia empírica y la observación detallada de la naturaleza llevaron a la conclusión de que este contacto directo con el suelo, conocido hoy en inglés como grounding o earthing, tenía impactos positivos en la salud física y mental de las personas.
En la actualidad, la ciencia ha profundizado en estos postulados, planteando hipótesis y estudios sólidos que relacionan la conexión directa con la superficie terrestre con beneficios que abarcan desde la mejora de la función inmunitaria hasta la reducción de la inflamación crónica [3]. Aunado a ello, se han llevado a cabo investigaciones que destacan la importancia del intercambio de electrones libres entre el cuerpo humano y la Tierra, estableciendo una posible vía para combatir la presencia excesiva de radicales libres y el estrés oxidativo. En este contexto, resulta valioso comprender detalladamente en qué consiste el grounding, cómo practicarlo adecuadamente y por qué su incidencia en nuestra salud es un tema de creciente interés.
1. El grounding a lo largo de la historia
El grounding, también llamado earthing en la literatura científica, no es un concepto nuevo. Como ya mencionamos, el ser humano ha tenido la intuición de que el contacto con la tierra le proporcionaba beneficios físicos y emocionales desde tiempos remotos [4]. En la antigua Grecia, por ejemplo, se creía que caminar descalzo por espacios naturales purificaba el espíritu y el cuerpo, permitiendo la liberación de energías negativas. De igual forma, en culturas orientales como la india, la práctica de la meditación sobre el piso y en contacto con el suelo formaba parte de tradiciones milenarias para canalizar la energía vital.
A medida que la modernidad avanzó, estas costumbres se fueron perdiendo en la vida urbana. El uso intensivo de calzado aislante (como el caucho y otros materiales sintéticos), la construcción de edificios de concreto y la escasez de zonas verdes en las grandes ciudades redujeron considerablemente las oportunidades de un contacto piel con piel con la tierra [5]. No obstante, en la segunda mitad del siglo XX, investigaciones pioneras en el área de la biofísica y la medicina alternativa comenzaron a retomar el interés en esta práctica, obteniendo resultados que abrieron la puerta a nuevos estudios sobre los posibles efectos fisiológicos y terapéuticos de reconectarnos con la superficie terrestre.
2. El concepto de grounding o earthing
En términos sencillos, el grounding o earthing consiste en establecer un contacto directo con la superficie terrestre mediante la piel desnuda, como caminar descalzo sobre el suelo o sobre la hierba, sentarse en el césped o la arena, o acostarse sobre superficies conductoras conectadas a tierra. Esta conexión permite que los electrones libres de la Tierra se desplacen hacia nuestro cuerpo, equilibrando cargas y neutralizando los excesos de radicales libres responsables de diversos procesos de oxidación y daño celular [6].
Los electrones son partículas cargadas negativamente que orbitan alrededor del núcleo atómico. Cuando nuestra piel entra en contacto con una superficie cargada de electrones libres, se produce un flujo de cargas eléctricas que podría modificar la dinámica bioeléctrica del organismo [7]. Diversos estudios han planteado la hipótesis de que este flujo de electrones refuerza la capacidad antioxidante endógena de nuestro cuerpo, contribuyendo a la disminución de procesos inflamatorios y reduciendo el estrés oxidativo.
3. El fenómeno de los electrones libres de la Tierra
La Tierra, debido a su composición geológica y al dinamismo de su núcleo y manto, está repleta de electrones libres que se generan, entre otros factores, por procesos geoquímicos y fenómenos atmosféricos [8]. Estos electrones se distribuyen en la superficie terrestre y pueden ser aprovechados por los organismos vivos que entren en contacto directo con ella.
Para entenderlo de manera más profunda, recordemos que todo átomo en nuestro cuerpo y en la naturaleza se rige por las fuerzas electromagnéticas. Cuando el cuerpo humano, que mantiene un equilibrio iónico y electrónico interno, se expone a una fuente abundante de electrones libres, se produce un fenómeno de igualación de cargas. Esto significa que los electrones en exceso se desplazan hacia el cuerpo si éste se encuentra con un déficit de cargas negativas en determinados átomos o moléculas, ayudando a neutralizar compuestos inestables y altamente reactivos, como los radicales libres [9].
4. Mecanismos de acción del grounding
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Neutralización de radicales libres: Los radicales libres son átomos o moléculas que contienen electrones desemparejados en sus órbitas externas, lo cual les confiere gran inestabilidad química [10]. Este tema se desarrolla en mayor profundidad en la siguiente sección, pero basta con señalar que dichos radicales libres buscan estabilizarse captando electrones de otras moléculas, iniciando así reacciones en cadena que pueden dañar proteínas, lípidos y el ADN celular. Al proporcionar electrones libres al cuerpo, el grounding bloquea parcialmente esta cascada de reacciones, reduciendo el potencial daño celular.
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Modulación de la inflamación: Numerosos estudios han sugerido que el grounding puede incidir en vías de señalización celular implicadas en la respuesta inflamatoria [11]. Se ha observado que la regulación de la inflamación podría estar vinculada con el equilibrio bioeléctrico de las células del sistema inmunitario, reduciendo potencialmente la producción excesiva de citocinas proinflamatorias.
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Mejora de la actividad del sistema nervioso autónomo: El contacto con la Tierra y el consiguiente equilibrio de cargas podría influir en la modulación del sistema nervioso autónomo, contribuyendo a una respuesta más estable frente al estrés [12]. Algunos estudios señalan que la frecuencia cardíaca, la variabilidad de la frecuencia cardíaca (un marcador de salud cardiovascular) y la regulación de cortisol (hormona del estrés) pueden verse influenciadas positivamente por la práctica regular de grounding.
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Regulación de ritmos circadianos: También se ha propuesto que el grounding apoya la sincronización de los ritmos circadianos, facilitando una mejor calidad de sueño y la regulación del ciclo vigilia-sueño [3]. Dado que nuestro organismo se halla continuamente expuesto a campos electromagnéticos artificiales (teléfonos móviles, redes inalámbricas, dispositivos electrónicos, etc.), establecer una conexión con la Tierra permite, en teoría, reequilibrar el sistema bioeléctrico interno.
5. Superficies y formas de practicar grounding
Para que el grounding tenga lugar, es fundamental que exista un camino conductor entre el cuerpo y la superficie de la Tierra. Las formas más comunes de practicarlo son las que siguen:
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Césped o suelo natural húmedo: Caminar descalzo sobre la hierba o el suelo húmedo ofrece una excelente oportunidad de intercambio de cargas. El agua es un gran conductor, por lo que el césped mojado intensifica el contacto con la Tierra [13].
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Arena de playa: La arena, especialmente la arena húmeda cerca de la orilla del mar, es muy conductora. Por ello, caminar descalzo en la playa o sentarse directamente sobre la arena es una práctica común y accesible de grounding. Además, la salinidad del agua marina mejora la conductividad.
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Superficies de concreto sin aislantes: El concreto, siempre que no esté recubierto por materiales aislantes como pinturas epóxicas, puede servir de puente conductor, aunque en menor medida que las superficies naturales. Si el concreto está húmedo, mejora la conductividad [14].
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Hojas o piso de bosque: En zonas boscosas, el sustrato puede ser rico en materia orgánica y humedad, lo que permite un intercambio de electrones bastante efectivo. Caminar o sentarse sobre hojas, musgo o el propio suelo puede brindar una experiencia de grounding.
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Dispositivos de grounding o earthing en interiores: Para quienes viven en áreas urbanas densas o no cuentan con fácil acceso a superficies naturales, existen dispositivos específicamente diseñados para “conectar” el cuerpo a tierra. Estos productos incluyen sábanas, tapetes o muñequeras conductoras que se enchufan a la toma de corriente de la casa, utilizando la clavija de tierra para transferir electrones [15]. Si bien la efectividad puede variar, numerosos usuarios y algunos estudios de caso han reportado beneficios.
6. Radicales libres, estrés oxidativo y cómo el grounding puede ayudar
Radicales libres y estrés oxidativo
Los radicales libres son entidades químicas altamente reactivas que presentan uno o más electrones sin aparear en su orbital externo [10]. Entre los más comunes y estudiados se encuentran las especies reactivas de oxígeno (ERO), tales como el anión superóxido (O2•⁻), el radical hidroxilo (•OH) y el peróxido de hidrógeno (H2O2), aunque este último no es un radical en sí, pero actúa en la cascada de reacciones que generan daño oxidativo. Cuando el cuerpo produce más radicales libres de los que es capaz de neutralizar, ocurre un desequilibrio conocido como estrés oxidativo, fenómeno asociado a la patogénesis de múltiples enfermedades crónicas, como aterosclerosis, diabetes, hipertensión y diversas enfermedades neurodegenerativas [16].
El estrés oxidativo no es inherentemente malo en todas sus formas, ya que nuestro cuerpo utiliza radicales libres para funciones específicas, como la defensa inmune (las células fagocíticas generan radicales libres para destruir patógenos). Sin embargo, cuando su producción es excesiva o la defensa antioxidante endógena no es suficiente, el daño celular se vuelve significativo. El estrés oxidativo puede provocar la peroxidación de lípidos de membrana, la modificación de proteínas y alteraciones en el ADN [17].
¿Cómo ayuda el grounding en el control de los radicales libres?
El grounding aporta electrones libres que pueden unirse a los radicales libres, ayudando a estabilizarlos sin necesidad de sustraer electrones de moléculas esenciales en el organismo, como lípidos de membrana o proteínas. Al enlazarse con estos radicales, los electrones provenientes del contacto con la Tierra ayudan a neutralizarlos, reduciendo así la cascada de daños provocados por el estrés oxidativo [18].
Este mecanismo de acción podría añadir una capa adicional de protección antioxidante a nuestro cuerpo, complementando la actividad de enzimas naturales como la superóxido dismutasa (SOD), catalasa y glutatión peroxidasa, así como la influencia de compuestos antioxidantes provenientes de la dieta (vitaminas A, C, E, polifenoles, etc.). De ahí que muchos investigadores sugieran que el grounding actúa como un “antioxidante natural” que potencia la capacidad del organismo de lidiar con la carga oxidativa diaria [19].
Evidencia y estudios científicos
Aunque la evidencia disponible aún se considera emergente y requiere mayor profundización, existen estudios que han encontrado correlaciones significativas entre la práctica de grounding y la mejora de marcadores de inflamación y estrés oxidativo [3]. Algunos ensayos clínicos controlados reportan reducción en niveles de dolor y mejoras en indicadores del sistema inmune, lo cual refuerza la hipótesis de que el grounding contribuye a una respuesta homeostática más eficiente [20].
7. Otros posibles beneficios del grounding
Además de la disminución del estrés oxidativo y la modulación de la inflamación, se han propuesto otros beneficios potenciales derivados de la conexión con la Tierra:
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Mejoría del estado de ánimo: Se ha observado que las personas que practican grounding de manera regular reportan menor ansiedad, mejor disposición anímica y una sensación de bienestar integral. Este efecto puede estar relacionado con la regulación del sistema nervioso autónomo y la liberación de hormonas y neurotransmisores asociados al placer y la relajación (endorfinas y serotonina) [12].
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Aceleración de la recuperación muscular: Los atletas y deportistas han mostrado interés en el grounding como parte de su rutina de recuperación. Estudios preliminares sugieren que caminar descalzo o acostarse sobre la tierra tras el entrenamiento puede acelerar la reducción de marcadores de daño muscular y mejorar la percepción del dolor post-ejercicio [21].
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Regulación del ciclo menstrual y síntomas premenstruales: Existen reportes anecdóticos y estudios piloto que sugieren que las mujeres que realizan grounding con regularidad podrían experimentar un alivio en la intensidad de los síntomas premenstruales y una mayor estabilidad en el ciclo [22]. Si bien la evidencia en este apartado es limitada, se atribuye el efecto a la regulación hormonal y reducción de la inflamación sistémica.
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Mejor calidad del sueño y menor incidencia de insomnio: Aquellas personas que duermen conectadas a tierra (ya sea mediante sábanas o tapetes de grounding) han reportado mejoras en la calidad de su descanso y una menor latencia del sueño. Se cree que esto está relacionado con la modulación de los ritmos circadianos y con la relajación que produce el equilibro electromagnético [23].
8. Cómo integrar el grounding en la vida diaria
Para muchas personas, la falta de tiempo o la imposibilidad de acceder a espacios naturales puede dificultar la práctica regular de grounding. No obstante, existen estrategias sencillas para integrar estos principios de conexión a tierra en la rutina diaria:
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Descalzarse en casa: Si el piso de la vivienda no cuenta con un recubrimiento fuertemente aislante, andar sin calzado un rato puede ofrecer algunos beneficios, aunque son más efectivos si existe cierto nivel de conductividad (por ejemplo, pisos cerámicos o de concreto no tratados con aislantes).
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Caminar en el parque: Reservar al menos 15-30 minutos diarios para caminar descalzo sobre césped húmedo o en la arena es una de las formas más sencillas de grounding. Este hábito no solo promueve la conexión a tierra, sino que incentiva la actividad física moderada.
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Jardinería sin guantes aislantes: Trabajar la tierra con las manos desnudas permite la transferencia de electrones desde la superficie terrestre. Es una actividad relajante que mejora el contacto sensorial y la salud mental [24].
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Dispositivos de grounding en el hogar: Para quienes trabajan gran parte del día frente a un computador, existen tapetes de grounding que se conectan al enchufe con puesta a tierra. Colocar los pies desnudos sobre ellos a lo largo de la jornada laboral puede servir de apoyo para reducir la acumulación de carga electrostática.
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Dormir sobre sábanas o colchonetas de grounding: Esta opción permite extender el contacto con la Tierra durante el descanso nocturno, cuando el cuerpo entra en procesos de recuperación y regeneración celular.
9. Datos relevantes y controversias
Como en todo ámbito que combina medicina complementaria y evidencia científica incipiente, es importante subrayar que no todos los estudios sobre grounding presentan la misma solidez metodológica. Algunos críticos señalan que varias investigaciones, aunque prometedoras, tienen tamaños muestrales reducidos o carecen de un control estricto de variables, lo cual dificulta la generalización de resultados [3][25].
No obstante, la tendencia indica que cada vez más grupos de investigación están interesados en explorar este fenómeno desde el rigor científico. Muchos de los beneficios reportados correlacionan bien con la fisiología de la bioelectricidad humana y la química de los radicales libres, lo que sugiere que existen bases plausibles para sostener que el grounding podría desempeñar un papel en la salud integrativa [8].
10. Conclusión
El grounding o earthing, en su esencia, representa un reencuentro con nuestra propia naturaleza. Durante gran parte de la historia, el ser humano ha mantenido un contacto cercano con la tierra, absorbiendo sus electrones libres y beneficiándose de la estabilidad bioeléctrica que esta conexión ofrece. Con el auge de las sociedades modernas y el incremento del uso de calzado aislante, edificios de concreto y campos electromagnéticos artificiales, esta vinculación directa fue menguando, dando lugar a nuevas incógnitas y desafíos para la salud. A la luz de diversos estudios científicos, se ha propuesto que el grounding ayuda a restablecer el equilibrio electrónico del organismo, reduce el estrés oxidativo, modula la inflamación y mejora diversos parámetros fisiológicos que se relacionan con el bienestar integral.
Si bien aún existe un camino por recorrer en cuanto a la evidencia científica de mayor escala y robustez metodológica, los hallazgos preliminares y la lógica biofísica detrás del grounding señalan una vía prometedora. Practicar grounding no solo implica una conexión con el planeta, sino también un acto de conciencia y reconciliación con el propio cuerpo. Al integrar el contacto con la Tierra en nuestra rutina diaria, podríamos experimentar mejoras en la calidad del sueño, la respuesta inmune y la regulación del estrés, entre otros beneficios reportados. Por ende, esta práctica ancestral, sustentada hoy en la ciencia moderna, se erige como un recurso adicional en la búsqueda de una salud más plena y equilibrada.
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