Por Protocolos CANA
Introducción
Desde tiempos muy remotos el hombre notó que el sabor, el aroma, la textura y el color de una planta (frutos, hojas, semillas, flores, corteza) reflejaban mucho sobre lo que podían hacer en el cuerpo. A esto se le llama, en términos sencillos, reglas sensoriales u “organolépticas”. En tablillas mesopotámicas y papiros egipcios ya aparecen mezclas amargas para el estómago y resinas aromáticas “para el pecho”. Luego, griegos y romanos observaron que ciertas cortezas astringentes “apretaban” encías y paraban diarreas, mientras que raíces picantes calentaban el cuerpo y ayudaban a sudar en los resfriados. En paralelo, en India el Ayurveda organizó la materia médica por rasas (sabores) y en China la tradición habló de cinco sabores con funciones concretas sobre órganos y flujos.
Durante la Edad Media, médicos árabes y persas refinaron estas observaciones y las llevaron a Europa: el amargo para “encender” la bilis, lo aromático para los gases y lo mucilaginoso para calmar irritaciones. Monjes y herbolarios europeos conservaron ese saber en huertos y herbarios. En América, los pueblos originarios también leyeron a la naturaleza con los sentidos: lo picante para despejar, lo astringente para “cerrar”, lo resinoso para curar la piel y el aire; y lo ácido para refrescar en climas cálidos.
De esta manera, sin fórmulas complicadas, el hombre determinó patrones: lo amargo promovía la digestión, lo picante activaba la circulación sanguínea, lo astringente detenía excesos, lo mucilaginoso protegía mucosas, y así por el estilo. No son leyes absolutas ni infalibles, pero sí reglas prácticas que pueden orientarnos. Con el tiempo, la ciencia explicó el porqué: receptores del amargo que activan la digestión y la bilis, compuestos pungentes que mejoran la circulación y limpian microbios, taninos que “sellan” tejidos, mucílagos que forran y calman, pigmentos que protegen vasos y visión. Así, la intuición ancestral se volvió regla sensorial, una brújula simple que une lo que sentimos al probar u oler una planta con efectos que, una y otra vez, se repiten en el cuerpo.
Hoy entendemos mejor estos efectos por sus compuestos, pero la idea central se mantiene: los sentidos son una brújula útil para orientarnos en el uso de las plantas, siempre con criterio, prudencia y respeto por las particularidades de cada persona. A continuación Protocolos CANA te presenta 12 de estas.