Por Dionan Marval
INTRODUCCIÓN
La canela, procedente principalmente del árbol Cinnamomum verum (también conocido como Cinnamomum zeylanicum), es una especia con una larga trayectoria en la historia de la humanidad [1]. Es llamada también “canela de Ceilán” puesto que proviene de la antigua Ceilán, que hoy es Sri Lanka. El nombre “Ceilán” viene del árabe “Saheelan”, que usaban los comerciantes árabes que dominaron el comercio de la canela para referirse a la antigua isla de Ceilán.
Para Protocolos CANA la canela es un elemento natural muy valioso con potencial terapéutico, por lo cual la incluimos en muchos de nuestros protocolos. De hecho, diferentes civilizaciones antiguas la consideraban un tesoro no solo por su característico aroma y sabor, sino también por su propiedades terapéuticas. En la medicina ayurvédica y la tradicional china, la canela era vista como un elemento calentador capaz de equilibrar la energía vital y regular diversos procesos fisiológicos, desde la digestión hasta la circulación sanguínea [2].
Las evidencias arqueológicas y los registros históricos apuntan a que la canela se utilizaba ya en el antiguo Egipto como parte de ungüentos y preparados medicinales, y durante la Edad Media se convirtió en un artículo de lujo para la nobleza europea [3]. En la actualidad, sus propiedades han sido objeto de numerosos estudios científicos que buscan desentrañar sus mecanismos de acción y validar, desde el rigor de la investigación médica, los beneficios que nuestras culturas ancestrales intuían y aplicaban [4].
USO ANCESTRAL
La canela ha estado presente en diversos sistemas médicos tradicionales, como la medicina ayurvédica y la medicina tradicional china, durante varios siglos [2]. En estos contextos, se empleaba para aliviar condiciones asociadas al frío interno, mejorar la circulación y potenciar la resistencia del organismo frente a agentes externos. Además, en la medicina grecorromana, se la valoraba como un remedio para las dolencias del sistema respiratorio, ya que descubrieron que estimulaba la expectoración y aliviaba el malestar [3]. Paralelamente, culturas del Medio Oriente la utilizaban como conservante natural de alimentos, gracias a sus propiedades antimicrobianas y antioxidantes [5].
Esta famosa especia ha ocupado un lugar central en las rutas de comercio desde tiempos remotos, siendo una de las especias más valoradas por los mercaderes fenicios, árabes y posteriormente europeos [2]. Se cree que los comerciantes árabes mantenían en secreto las verdaderas fuentes de la canela para justificar su elevado precio, hilando relatos sobre aves gigantes que guardaban la preciada corteza en nidos inaccesibles [3]. Estas leyendas, aunadas a la gran demanda en los puertos mediterráneos, convirtieron a la canela en un símbolo de prestigio y riqueza durante buena parte de la Antigüedad y la Edad Media. En muchas ocasiones, los emperadores y gobernantes la recibían como tributo, y su posesión se relacionaba con el poder y el estatus social [4].
En la cultura egipcia, la canela formaba parte de diversos rituales espirituales y funerarios. Las propiedades aromáticas de la canela eran aprovechadas para embalsamar y preservar los cuerpos de la realeza, así como para fabricar perfumes y pomadas destinadas al uso cortesano [3]. Por otra parte, el historiador griego Heródoto ya reseñaba el uso de la canela con fines medicinales, señalándola como un ingrediente clave en preparados para el alivio de dolencias respiratorias y para mejorar la circulación de la sangre [5]. Más tarde, en la Roma clásica, era habitual quemar canela en ceremonias religiosas y banquetes para perfumar el ambiente y aprovechar sus cualidades antisépticas [2][6].
Por otro lado, la medicina ayurvédica de la India, con al menos 3.000 años de tradición, adoptó la canela como un recurso importante para equilibrar los doshas (las energías vitales, especialmente vata y kapha), al considerarla una especia con energía “caliente” que facilita la digestión y la circulación sanguínea [2][9]. En la medicina tradicional china, se incluía en la farmacopea para tratar afecciones respiratorias como resfriados y tos, actuando a menudo en sinergia con otras plantas de la misma familia, como el jengibre [10]. Así, el uso de la canela trascendía la simple sazón culinaria, convirtiéndose en un pilar de diversos enfoques curativos orientales.
Finalmente, en la Península Arábiga y otras regiones del Medio Oriente, la canela se añadía a mezclas de especias (como el baharat) para potenciar sus efectos conservantes y realzar el sabor de guisos y platillos con carne [3]. De hecho, el efecto antimicrobiano de la canela facilitaba la preservación de alimentos en climas cálidos y húmedos, una ventaja estratégica en épocas donde la refrigeración no existía. Estas culturas valoraron tanto su acción terapéutica como su poder para transformar por completo el perfil organoléptico de las preparaciones culinarias [2].
COMPOSICIÓN Y PRINCIPIOS ACTIVOS
Las propiedades curativas y culinarias de la canela radican en su compleja composición química, que incluye tanto compuestos fenólicos como aceites esenciales. Entre ellos destacan [1][6]:
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Cinamaldehído (aldehído cinámico): Constituye alrededor del 60-70% del aceite esencial de la canela, responsable de su olor y sabor característicos.
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Eugenol: Compuesto aromático que brinda un matiz dulce y propiedades analgésicas y antisépticas.
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Ácido cinámico: Un ácido orgánico con demostrado potencial antioxidante y modulador de ciertas vías inflamatorias.
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Cumarina: Presente en bajas concentraciones en la canela verdadera (C. verum), ejerce un efecto anticoagulante en dosis altas; pero en esta variedad su toxicidad hepática es menor que en la canela casia debido a su bajo porcentaje.
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Proantocianidinas: También conocidas como taninos condensados, con elevada capacidad antioxidante y protectora a nivel celular.
La combinación de estos compuestos explica los múltiples beneficios atribuidos a la canela, pues actúan sinérgicamente y potencian el efecto terapéutico global [2][5].
MECANISMO DE ACCIÓN DE LOS COMPUESTOS BIOACTIVOS
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Cinamaldehído
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Regulación de vías inflamatorias: El cinamaldehído inhibe la producción de citoquinas proinflamatorias, como el TNF-α, lo que reduce la inflamación crónica y aguda [7].
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Modulación de la sensibilidad a la insulina: Este compuesto puede mejorar la captación de glucosa en el músculo esquelético y el tejido adiposo, contribuyendo a estabilizar los niveles de azúcar en sangre [6].
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Eugenol
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Acción analgésica y antiinflamatoria: El eugenol actúa disminuyendo la síntesis de prostaglandinas y reduciendo la actividad de las enzimas inflamatorias (por ejemplo, COX-2) [3].
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Efecto antimicrobiano: Su estructura fenólica le confiere la capacidad de alterar las membranas de bacterias y hongos, favoreciendo su eliminación [4].
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Ácido cinámico
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Poder antioxidante: El ácido cinámico es un donador de electrones, neutralizando radicales libres y previniendo el estrés oxidativo a nivel celular [5].
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Modulación de enzimas proinflamatorias: Puede inhibir la actividad de enzimas involucradas en la producción de mediadores inflamatorios, como la ciclooxigenasa (especialmente COX-2) [6].
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Cumarina
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Efecto anticoagulante: Opera principalmente a través de la inhibición de la vitamina K epóxido reductasa, factor clave en la cascada de la coagulación [8].
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Potencial hepatotóxico en altas dosis: Aunque en Cinnamomum verum su concentración es muy baja, la cumarina puede afectar al hígado si se consumen dosis excesivas o si se padece alguna patología hepática previa [4].
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Proantocianidinas
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Protección cardiovascular: Reducen la oxidación de LDL y fortalecen las paredes arteriales, previniendo la formación de placas de ateroma [7].
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Mejora de la resistencia a la insulina: Estudios sugieren que las proantocianidinas disminuyen la formación de productos de glicación avanzada (AGEs), contribuyendo a la prevención de complicaciones diabéticas [6].
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Estos mecanismos de acción se suman y refuerzan entre sí, otorgándole a la canela un perfil terapéutico amplio y versátil.
PATOLOGÍAS QUE PUEDEN VERSE BENEFICIADAS
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Diabetes tipo 2
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Mejora del control glucémico: Diferentes ensayos clínicos indican que la suplementación con canela puede reducir la glucemia en ayunas, así como la hemoglobina glucosilada (HbA1c) en pacientes con diabetes tipo 2 [6].
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Síndrome metabólico y obesidad
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Regulación lipídica y reducción del estrés oxidativo: La canela ha mostrado capacidad para modular los niveles de colesterol y triglicéridos, además de mejorar la sensibilidad a la insulina en individuos con exceso de peso [1].
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Enfermedades cardiovasculares
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Disminución de la inflamación endotelial: El potencial antioxidante y antiinflamatorio de la canela ayuda a reducir el riesgo de aterosclerosis y otras complicaciones cardíacas [5].
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Trastornos digestivos
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Acción carminativa y antiespasmódica: Facilita la expulsión de gases y alivia el dolor abdominal, además de promover la secreción de enzimas digestivas [2].
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Infecciones y afecciones respiratorias
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Actividad antimicrobiana y expectorante: En la medicina tradicional, se empleaba para aliviar la congestión y la tos, pudiendo ejercer un efecto sinérgico con otros ingredientes naturales [3][7].
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Procesos inflamatorios crónicos
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Artritis y reumatismo: Gracias a su aporte antiinflamatorio y analgésico, la canela puede mitigar la inflamación en articulaciones y tejidos blandos cuando se usa de manera complementaria a otros tratamientos [5].
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RESUMEN DE LOS BENEFICIOS DEL CONSUMO DE CANELA
En vista de lo descrito, la canela se perfila como una aliada valiosa en la prevención y tratamiento complementario de diversas patologías [1]. Sus compuestos bioactivos poseen una fuerte acción antioxidante que protege a las células del estrés oxidativo, un efecto antiinflamatorio que atenúa el daño en tejidos y articulaciones, así como propiedades antimicrobianas y reguladoras de la glicemia [2][6]. En la práctica, esto se traduce en un menor riesgo de desarrollar enfermedades crónicas vinculadas a la inflamación y el desequilibrio metabólico, como la diabetes tipo 2, las cardiopatías y ciertos síndromes digestivos [3].
Por su efecto termogénico, también puede utilizarse como coadyuvante en planes de control de peso, al elevar levemente el gasto energético y mejorar la sensibilidad a la insulina [7]. Del mismo modo, su uso tradicional en la gastronomía, tanto en platos dulces como salados, permite integrar fácilmente sus beneficios en la dieta cotidiana, siempre que se respete la dosis y se tenga en cuenta la calidad de la especie utilizada [4].
FORMAS DE CONSUMO
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Rama o corteza: Se suele añadir en infusiones, tés o caldos. Al hervir la rama, se liberan sus aceites esenciales y compuestos fenólicos [2].
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Polvo: Es la forma más habitual en la cocina, utilizada en postres, bebidas, sopas y guisos. Esta es la forma más recomendada por Protocolos CANA, ya que al usarla en polvo se puede medir (en peso) con precisión la cantidad que queremos usar, mientras que usando la corteza las cantidades de sus principios activos en un té o en una decocción puede variar significativamente de una preparación a otra.
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Aceite esencial: Obtenido por destilación, su uso es más delicado y requiere dilución en un aceite portador para aplicaciones tópicas o aromaterapia [3].
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Extractos estandarizados: Suele presentarse en cápsulas o comprimidos, con contenido ajustado de cinamaldehído y otros compuestos activos [4]. Esta forma también es recomendaba por Protocolos CANA, ya que al estar estandarizado el suplemento, se sabe con mayor exactitud cuánto se está consumiendo.
DOSIS Y FRECUENCIA
La literatura científica sugiere un rango de 1 a 2 gramos diarios de canela en polvo (aproximadamente media cucharadita) para la mayoría de los adultos sanos [8]. Algunas investigaciones plantean dosis de hasta 3-6 gramos al día para fines terapéuticos concretos, como la regulación de la glucemia, pero esto debe ser evaluado y supervisado por un experto, especialmente si el paciente padece condiciones crónicas o sigue medicaciones específicas [1][8].
Protocolos CANA entiende que la dosis y frecuencia convenientes para una persona dependen de la afección que se quiere tratar y del estado general de salud del paciente. Generalmente recomendamos de una a tres tomas de 2 gramos al día, ya sea directamente en polvo o en cápsulas por un tiempo adecuadamente determinado. En algunos casos recomendamos las infusiones. Es importante que el paciente se cerciore de estar usando la canela de Ceilán y no la casia.
CONTRAINDICACIONES Y PRECAUCIONES
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Trastornos hepáticos: Dosis elevadas de canela, especialmente de variedades con alto contenido de cumarina, pueden agredir el hígado [4].
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Uso concomitante con anticoagulantes: La cumarina podría potenciar el efecto de fármacos como la warfarina, incrementando el riesgo de hemorragias [3].
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Alergias: En individuos sensibles, se han descrito reacciones alérgicas cutáneas y digestivas, por lo que se recomienda iniciar con dosis bajas [2].
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Cirugías programadas: Se aconseja suspender su consumo de 1 a 2 semanas antes de una cirugía mayor, dada su ligera propiedad anticoagulante [8].
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Embarazo: La canela tiene un efecto emenagogo, promoviendo las contracciones del útero; por lo tanto, mujeres embarazadas deben evitarla.
COMPARACIÓN ENTRE LA CANELA VERDADERA Y LA CANELA CASIA
Existen más de 100 variedades de canela, pero las más populares y utilizadas son la canela de Ceilán (Cinnamomum verum), llamada “canela verdadera”, y la canela casia (Cinnamomum cassia), que se suele llamar “canela china” en alusión a su origen; algunos la llaman también “canela falsa”. Entre estas dos variedades hay una diferencia considerable en cuanto a la composición.
Una de las grandes diferencias entre la canela verdadera y la canela casia reside en su contenido de cumarina [4]. La casia posee un nivel significativamente más alto de esta sustancia, lo que eleva el riesgo de hepatotoxicidad si se consume en dosis o periodos prolongados [8]. Por otro lado, la canela de Ceilán presenta concentraciones muy bajas de cumarina, lo que la convierte en la opción más segura para el consumo diario y terapéutico prolongado.
Además de este factor, existen diferencias organolépticas: la canela verdadera tiene un sabor más dulce y un aroma más delicado, mientras que la casia se caracteriza por su pungencia y matices picantes [1]. A nivel morfológico, la canela de Ceilán exhibe una corteza más fina y varias capas enroscadas, en contraste con la canela casia, cuya corteza es más gruesa y se enrolla en una sola pieza [3]. Desde el punto de vista fitoterapéutico, ambos tipos contienen compuestos benéficos como el cinamaldehído y el eugenol, pero la presencia excesiva de cumarina en la casia limita su uso medicinal de manera más estricta [4].
¿LA CANELA ELEVA LA PRESIÓN ARTERIAL?
La creencia de que la canela podría elevar la presión arterial ha circulado en distintos ámbitos de la medicina natural, sin embargo, la evidencia científica disponible no respalda la afirmación de que su consumo produzca un incremento sostenido o peligroso de la tensión arterial. De hecho, varios estudios sugieren que la canela, lejos de elevar la presión, podría tener un efecto neutro o incluso ligeramente hipotensor, especialmente en poblaciones con resistencia a la insulina o síndrome metabólico [2][3][8].
Efectos en la presión arterial de Canela de Ceilán
La canela de Ceilán (Cinnamomum verum), por su bajo contenido en cumarina y alto porcentaje de compuestos fenólicos como el cinamaldehído, ha sido relacionada con una mejora en la función cardiovascular general [2]. Algunas investigaciones indican que esta variedad puede contribuir a la regulación de la presión arterial al mejorar la sensibilidad a la insulina y reducir la inflamación sistémica, lo que, de manera indirecta, beneficia la salud vascular [3]. Aunque aún se requieren más ensayos clínicos de gran escala, los resultados preliminares apuntan a que su ingesta, en cantidades moderadas, no provoca un aumento de la presión arterial; antes bien, ciertos datos sugieren un ligero efecto hipotensor, sobre todo en personas con sobrepeso u obesidad [8].
Efectos en la presión arterial de la canela casia
En el caso de la canela casia (Cinnamomum cassia), conocida por su mayor contenido en cumarina, tampoco se ha observado un incremento significativo de la presión arterial cuando se consume en dosis normales [3]. No obstante, es importante señalar que, debido a su elevado porcentaje de cumarina, esta variedad conlleva un mayor riesgo de hepatotoxicidad si se ingiere en cantidades excesivas o de forma prolongada [4]. En lo que respecta a la presión arterial, algunos estudios clínicos preliminares coinciden en que su efecto se considera neutro o discretamente beneficioso sobre la función cardiovascular, siempre y cuando no se excedan las dosis recomendadas [2].
¿Tiene la canela un efecto hipotensor?
Si bien no se puede generalizar que la canela sea un “tratamiento” para la hipertensión, existe evidencia de que tanto la canela verdadera como la casia pueden contribuir a un ligero descenso de la presión arterial sistólica y diastólica en ciertos grupos de pacientes, particularmente quienes presentan resistencia a la insulina o sobrepeso [2][3]. El mecanismo implicaría la modulación de la respuesta inflamatoria y la mejora de la función endotelial, lo cual repercute positivamente en la estabilidad de la presión arterial [8].
En conclusión, no hay datos concluyentes que respalden la idea de que la canela, sea Cinnamomum verum o Cinnamomum cassia, eleve la presión arterial de manera significativa. Más bien, las investigaciones señalan un efecto neutro o, en algunos casos, levemente hipotensor, especialmente vinculado a mejoras metabólicas y antiinflamatorias. Pese a ello, siempre es recomendable consumirla en las dosis aconsejadas y, en caso de padecer hipertensión o estar bajo tratamiento farmacológico, consultar con un profesional de la salud para una recomendación personalizada.
CONCLUSIÓN
En conclusión, la canela (Cinnamomum verum) constituye un tesoro fitoterapéutico que fusiona tradición y evidencia científica. Sus usos ancestrales han sido respaldados por una creciente cantidad de estudios que resaltan sus propiedades antioxidantes, antiinflamatorias, hipoglucemiantes y antimicrobianas [1][2]. La presencia de cinamaldehído, eugenol, ácido cinámico y proantocianidinas explica buena parte de su eficacia en el abordaje de trastornos metabólicos, cardiovasculares y digestivos, convirtiéndola en una especia versátil que merece un lugar destacado en la alimentación y en la terapéutica natural [6][7].
No obstante, es fundamental consumir canela de calidad, preferiblemente la variedad de Ceilán, para asegurar un bajo contenido de cumarina y minimizar riesgos de toxicidad [4]. De igual manera, y como con cualquier otro recurso fitoterapéutico, el consumo debe ser informado y, si es necesario, supervisado por un experto para evitar posibles contraindicaciones e interacciones medicamentosas. De esta manera, se aprovecha al máximo su potencial sin comprometer la seguridad del paciente, manteniendo el legado ancestral y validándolo con la ciencia moderna [8].
Referencias
[1] Rao, P. V., & Gan, S. H. (2014). Cinnamon: A Multifaceted Medicinal Plant. Evidence-Based Complementary and Alternative Medicine, 642942.
[2] Gruenwald, J., Freder, J., & Armbruester, N. (2010). Cinnamon and Health. Critical Reviews in Food Science and Nutrition, 50(9), 822-834.
[3] Ranasinghe, P., Pigera, S., Premakumara, G. A. S., Galappaththy, P., Constantine, G. R., & Katulanda, P. (2013). Medicinal properties of ‘true’ cinnamon (Cinnamomum zeylanicum): a systematic review. BMC Complementary and Alternative Medicine, 13, 275.
[4] European Food Safety Authority (EFSA). (2008). Coumarin in flavourings and other food ingredients with flavouring properties. EFSA Journal, 6(10), 793.
[5] Kwon, H. K., et al. (2011). Cinnamon extract suppresses tumor progression by modulating angiogenesis and the effector function of CD8+ T cells. Cancer Letters, 311(1), 94-102.
[6] Tung, Y. T., Chua, M. T., Wang, S. Y., & Chang, S. T. (2008). Anti-inflammation activities of essential oil and extracts from Cinnamomum osmophloeum bark. Food Chemistry, 119(3), 681-685.
[7] Hlebowicz, J., Darwiche, G., Björgell, O., & Almér, L. O. (2007). Effect of cinnamon on postprandial blood glucose, gastric emptying, and satiety in healthy subjects. American Journal of Clinical Nutrition, 85(6), 1552-1556.
[8] National Center for Complementary and Integrative Health (NCCIH). (2020). “Cinnamon.” Disponible en: https://www.nccih.nih.gov (Consulta: 20 de febrero de 2025).
[9] Lad, Vasant. (1990). Ayurveda: The Science of Self-Healing. Lotus Press.
[10] Bensky, D., Clavey, S., & Stöger, E. (2004). Chinese Herbal Medicine: Materia Medica. 3rd Ed. Eastland Press.