Por Dionan Marval
Imagina que llegas al médico y le explicas que te sientes fatigado y sin energía todo el día. Y él, después oírte y considerar tu caso, te da un diagnóstico: “Fatiga crónica”. Entonces vuelves a casa más confundido que antes, porque simplemente se le dio un nombre a tu malestar, mas no se te explicó qué lo puede estar causando. Es como si llegaras al consultorio médico preocupado por un intenso dolor de cabeza, y se te diagnostique “dolor de cabeza”. Quedas en las mismas, ¿no es así?
La fatiga crónica, también conocida como síndrome de fatiga crónica o encefalomielitis miálgica (SFC/EM), es un trastorno complejo y debilitante cuyas causas exactas aún no están del todo claras, pero la investigación sugiere que una combinación de factores biológicos, psicológicos y ambientales contribuye a su aparición. Permíteme explicarte las causas y factores más importantes que los estudios han identificado como desencadenantes o contribuyentes clave de esta condición. Pero primero consideremos algo.
Este síndrome se denomina también “encefalomielitis miálgica” porque esta terminología destaca algunas de las características y hallazgos que se han observado en los pacientes que padecen esta condición. El término realmente proviene de tres componentes médicos que describen ciertas manifestaciones de la enfermedad:
La palabra “encefalomielitis” sugiere la presencia de inflamación en el cerebro (encefalitis) y la médula espinal (mielitis). Aunque no todos los pacientes con síndrome de fatiga crónica muestran signos claros de inflamación cerebral o espinal, algunos estudios de neuroimagen y pruebas de laboratorio han encontrado indicios de una activación inmunitaria en el sistema nervioso central de estos pacientes. Este proceso inflamatorio leve o neuroinflamación podría ser una de las causas de síntomas neurológicos y de fatiga profunda, razón por la cual el término “encefalomielitis” es usado.
La palabra “miálgica” hace referencia al dolor muscular, uno de los síntomas más comunes en el SFC/EM. Las personas con esta condición experimentan dolores musculares similares a los que se sienten durante un cuadro de inflamación muscular. Estos síntomas reflejan una especie de sensibilización en los sistemas que regulan el dolor, además de una respuesta exagerada al ejercicio físico o actividades diarias, lo que lleva a la fatiga extrema y al dolor en músculos y articulaciones.
La denominación “encefalomielitis miálgica” fue propuesta para describir mejor el aspecto debilitante de la enfermedad y los problemas neurológicos e inmunológicos presentes en el SFC/EM. Utilizar este nombre también ayuda a diferenciar esta condición de otras enfermedades relacionadas con la fatiga, mostrando que no se trata simplemente de un cansancio extremo, sino de una condición médica compleja con bases neurológicas, inmunológicas y musculares.
Sabiendo esto, vayamos ahora a las verdaderas causas y factores detrás del síndrome de fatiga crónica:
Infecciones virales
Algunas investigaciones indican que ciertas infecciones virales pueden ser un desencadenante importante del SFC/EM. Virus como el de Epstein-Barr (el causante de la mononucleosis), el herpesvirus humano 6 y el citomegalovirus han sido observados en pacientes con fatiga crónica. Se cree que estos virus podrían activar respuestas inmunitarias prolongadas que desencadenan una inflamación crónica en el sistema nervioso, generando síntomas de fatiga persistente.
Activación inmunológica crónica
Las personas con SFC/EM frecuentemente muestran alteraciones en su sistema inmunológico. Aunque el sistema inmunitario no se encuentra en un estado clásico de hiperactividad o supresión, ciertos marcadores inmunológicos, como los niveles de citoquinas proinflamatorias, suelen estar elevados. Esto sugiere que el sistema inmune se encuentra en un estado de activación persistente, lo cual podría llevar a la fatiga y a una respuesta inflamatoria que afecte múltiples sistemas en el cuerpo. Esta activación inmune persistente, como mencioné arriba, puede deberse a virus, pero también a bacterias, hongos, parásitos e incluso intoxicación por metales pesados, tales como el plomo, el cadmio, el arsénico y el mercurio.
Fatiga adrenal por estrés crónico
Estudios han mostrado que algunas personas con SFC/EM presentan irregularidades en el eje hipotalámico-pituitario-adrenal (HPA), que es clave para regular la respuesta al estrés. El eje HPA controla la liberación de cortisol, una hormona relacionada con la respuesta al estrés, que influye en la energía y el estado de alerta. Un desequilibrio en este eje podría generar una respuesta inadecuada al estrés, con niveles bajos de cortisol que contribuyen al cansancio extremo, condición que se conoce como “fatiga adrenal”.
El cortisol es una hormona necesaria para poder vivir y tener una respuesta adecuada ante el estrés físico y emocional, y promueve la gluconeogénesis hepática; por lo que tener niveles bajos de cortisol puede derivar en bajos niveles de glicemia (azúcar en sangre), especialmente en ayunas, lo que empeoraría la sensación de fatiga y falta de energía. Similarmente, el estrés emocional prolongado puede ser un factor predisponente o desencadenante de la fatiga crónica. Se ha encontrado que el estrés prolongado produce cambios en la estructura y función del cerebro, afectando áreas responsables del manejo de la energía y la motivación. Además, el estrés impacta directamente el sistema inmune y puede desencadenar respuestas inflamatorias que agravan los síntomas de fatiga.
Problemas en la producción de energía celular
Estudios recientes sugieren que la disfunción mitocondrial (las mitocondrias son las “centrales energéticas” de las células) puede estar involucrada en el SFC/EM. Las mitocondrias de los pacientes con fatiga crónica parecen menos eficientes en la producción de energía (ATP). Esta disfunción mitocondrial puede reducir la capacidad del cuerpo para generar energía y aumentar la acumulación de productos de desecho en las células, generando un estado de agotamiento constante.
Deficiencia de vitamina D
La vitamina D es esencial para diversas funciones en el cuerpo, incluyendo la regulación del sistema inmunológico, la salud ósea y el equilibrio energético. Una deficiencia de esta vitamina puede causar fatiga extrema debido a su impacto en el metabolismo celular y la función muscular. La vitamina D es crucial para mantener niveles adecuados de calcio y fósforo, lo que afecta directamente la contracción muscular y el rendimiento físico. Sin suficiente vitamina D, los músculos pueden debilitarse, lo que contribuye a una sensación de cansancio constante.
Además, la vitamina D influye en la función mitocondrial, que es la responsable de producir energía en las células. Cuando hay niveles bajos de esta vitamina, las mitocondrias no funcionan de manera óptima, reduciendo la cantidad de energía disponible para el cuerpo. Esto puede manifestarse como fatiga crónica y dificultad para realizar tareas diarias.
Por otro lado, su deficiencia puede alterar los niveles de serotonina, un neurotransmisor relacionado con el estado de ánimo. Esto puede agravar los síntomas de fatiga al generar sensación de desgano y bajo estado anímico, condiciones que frecuentemente acompañan a la fatiga crónica. Un análisis de sangre es fundamental para diagnosticar y tratar esta deficiencia.
Infecciones por parásitos
Las infecciones parasitarias pueden causar fatiga crónica debido a la carga que representan para el sistema inmunológico y al agotamiento de nutrientes esenciales. Los parásitos consumen recursos del huésped y, en muchos casos, liberan toxinas que pueden interferir con procesos metabólicos clave. Esto genera un estado de inflamación crónica, que desvía energía hacia la defensa del organismo y deja menos disponible para funciones cotidianas, contribuyendo a la sensación de cansancio constante.
Algunas infecciones parasitarias comunes asociadas con fatiga crónica incluyen:
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Giardia lamblia: Un protozoario que causa giardiasis, una infección intestinal que puede provocar diarrea, malabsorción de nutrientes y debilidad general.
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Entamoeba histolytica: Responsable de la amebiasis, afecta principalmente al colon y puede ocasionar anemia y pérdida de energía debido al daño intestinal.
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Ascaris lumbricoides: Este gusano intestinal puede causar desnutrición y anemia, exacerbando la fatiga.
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Plasmodium spp.: Causa la malaria, una infección sistémica que genera fatiga severa debido a la destrucción de glóbulos rojos y la liberación de toxinas durante los ciclos febriles.
El diagnóstico se realiza mediante pruebas de laboratorio como análisis de heces, sangre o serología. El tratamiento adecuado, generalmente con antiparasitarios específicos, puede aliviar los síntomas y mejorar los niveles de energía en el paciente.
Compresión de la médula espinal y raíces nerviosas
La columna vertebral protege la médula espinal, que es fundamental para la transmisión de señales nerviosas entre el cerebro y el resto del cuerpo. Ciertas afecciones, como la estenosis espinal (estrechamiento del canal espinal) o una hernia de disco, pueden ejercer presión sobre la médula espinal o los nervios. Esto puede interrumpir la señalización nerviosa, generando dolor crónico y disminuyendo la capacidad del sistema nervioso para regular el equilibrio energético, lo que provoca síntomas de fatiga extrema.
Reducción del flujo sanguíneo al cerebro
Algunas personas con problemas cervicales (en el cuello) experimentan una disminución del flujo sanguíneo cerebral. Las alteraciones en la columna cervical, como una mala alineación o una tensión muscular excesiva, pueden afectar las arterias que llevan sangre al cerebro. Esto limita el suministro de oxígeno y nutrientes, causando síntomas de cansancio, mareos y dificultad para concentrarse, que se asemejan a los del SFC.
Una disminución en el flujo sanguíneo puede, además, intensificar la sensación de fatiga, ya que el cerebro depende de una irrigación adecuada para funcionar de forma óptima. Además, si la sangre no fluye correctamente hacia el resto de los tejidos u órganos, entonces habrá una pobre entrega de nutrientes a estos; porque es la sangre la que transporta los nutrientes y el oxígeno en todo el cuerpo. Por lo tanto, los problemas de circulación sanguínea o el estrechamiento de los vasos sanguíneos, por una o por otra causa, puede derivar en sensación de fatiga constante.
Estrés muscular y sobrecarga
La columna es la base de la postura, y los problemas vertebrales suelen generar compensaciones musculares en el cuerpo. Si los músculos están constantemente en tensión debido a una mala alineación vertebral, el cuerpo gasta más energía simplemente en mantener la postura, lo que resulta en una sobrecarga del sistema musculoesquelético. Con el tiempo, esta tensión crónica puede generar agotamiento, dolores constantes y falta de energía, contribuyendo a síntomas de fatiga.
Falta de sueño reparador
Todo problema que afecte directamente el ciclo del sueño reparador, necesario para la regeneración celular y la recuperación de la energía, se puede considerar una causa indirecta de fatiga crónica, y esto puede causar inflamación crónica y estrés oxidativo. Cuando el sueño se interrumpe o no es de calidad, el cuerpo no se recupera adecuadamente, lo que lleva a una fatiga acumulativa que puede volverse crónica.
Disbiosis intestinal
La disbiosis intestinal, que es el desequilibrio en la composición de la microbiota intestinal, puede contribuir al desarrollo de fatiga crónica al afectar directamente el sistema inmunológico, metabólico y nervioso. Un intestino sano alberga una variedad de microorganismos beneficiosos que apoyan la digestión, la producción de nutrientes y la protección contra patógenos. Sin embargo, cuando existe disbiosis, es decir, un crecimiento excesivo de bacterias dañinas o una disminución de las benéficas, el intestino libera toxinas y moléculas inflamatorias que pueden llegar al torrente sanguíneo, generando inflamación sistémica y afectando el bienestar general.
Esta inflamación crónica desencadenada por la disbiosis puede influir en el sistema nervioso central a través del eje intestino-cerebro, una conexión bidireccional en la que el intestino y el cerebro se comunican constantemente. Al alterar el equilibrio bacteriano, se generan neurotoxinas y sustancias inflamatorias que atraviesan la barrera hematoencefálica y afectan áreas del cerebro responsables del control de la energía, el estado de ánimo y la respuesta al estrés, contribuyendo a la fatiga y otros síntomas similares al síndrome de fatiga crónica.
Además, la disbiosis puede interferir en la producción de neurotransmisores como la serotonina y el GABA, que regulan el sueño y el estado de ánimo, dos elementos fundamentales en la recuperación y la sensación de energía diaria. Esta interrupción en la producción de neurotransmisores puede empeorar los síntomas de fatiga, generando un círculo vicioso en el que la inflamación y el agotamiento se perpetúan mutuamente. Por eso, restaurar el equilibrio de la microbiota intestinal es clave para reducir la inflamación y mejorar los niveles de energía en personas con fatiga crónica.
Conclusión
Si lees detenidamente todo el artículo, y lo razonas, verás que la inflamación crónica siempre está presente en la fatiga crónica; de hecho, la inflamación es el SINE QUA NON de toda enfermedad, incluido el SFC/EM. ¡Quienes tienen SFC están inflamados 24/7! Por lo tanto, acudir al uso de antiinflamatorios naturales puede ayudar a aliviar los síntomas de este síndrome, aunque no representaría la solución. Sin embargo, para poder experimentar una verdadera sanación es necesario remover las causas subyacentes que provocan la inflamación.