Disbiosis intestinal
La disbiosis intestinal, que es el desequilibrio en la composición de la microbiota intestinal, puede contribuir al desarrollo de fatiga crónica al afectar directamente el sistema inmunológico, metabólico y nervioso. Un intestino sano alberga una variedad de microorganismos beneficiosos que apoyan la digestión, la producción de nutrientes y la protección contra patógenos. Sin embargo, cuando existe disbiosis, es decir, un crecimiento excesivo de bacterias dañinas o una disminución de las benéficas, el intestino libera toxinas y moléculas inflamatorias que pueden llegar al torrente sanguíneo, generando inflamación sistémica y afectando el bienestar general.
Esta inflamación crónica desencadenada por la disbiosis puede influir en el sistema nervioso central a través del eje intestino-cerebro, una conexión bidireccional en la que el intestino y el cerebro se comunican constantemente. Al alterar el equilibrio bacteriano, se generan neurotoxinas y sustancias inflamatorias que atraviesan la barrera hematoencefálica y afectan áreas del cerebro responsables del control de la energía, el estado de ánimo y la respuesta al estrés, contribuyendo a la fatiga y otros síntomas similares al síndrome de fatiga crónica.
Además, la disbiosis puede interferir en la producción de neurotransmisores como la serotonina y el GABA, que regulan el sueño y el estado de ánimo, dos elementos fundamentales en la recuperación y la sensación de energía diaria. Esta interrupción en la producción de neurotransmisores puede empeorar los síntomas de fatiga, generando un círculo vicioso en el que la inflamación y el agotamiento se perpetúan mutuamente. Por eso, restaurar el equilibrio de la microbiota intestinal es clave para reducir la inflamación y mejorar los niveles de energía en personas con fatiga crónica.