Introducción

El uso terapéutico de la temperatura, ya sea mediante baños de agua fría o caliente, ha sido parte de la práctica médica y cultural desde tiempos remotos. Diversas civilizaciones, como la antigua Grecia, el imperio romano y culturas orientales, empleaban baños termales, saunas y aplicaciones de compresas frías con fines curativos y rituales, confiando en que la temperatura podía influir en el equilibrio interno del cuerpo. Con el paso de los siglos, la ciencia moderna ha profundizado en la comprensión de sus mecanismos y ha refrendado varios de estos usos antiguos.

La aplicación de frío o calor, de manera controlada, se ha convertido en una herramienta invaluable en el campo de la rehabilitación física y deportiva. Fisioterapeutas, entrenadores y médicos suelen recomendar baños de contraste, compresas, crioterapia y termoterapia para mejorar la recuperación muscular, disminuir inflamaciones y optimizar el rendimiento atlético. Particularmente, en atletas de alto rendimiento como levantadores de pesas, corredores y nadadores, estas técnicas son parte integral de su programa de entrenamiento y recuperación.

A pesar de las múltiples ventajas que presenta la terapia de temperatura, también es vital tomar en cuenta las contraindicaciones específicas para cada caso. No todas las personas pueden someterse a inmersiones repentinas en agua fría ni exponerse a calor extremo sin supervisión. Por ello, resulta fundamental difundir información clara y veraz, de modo que se puedan aprovechar los beneficios conociendo las limitaciones y riesgos.


Beneficios y mecanismos de acción de los baños con agua fría