• Activación del sistema parasimpático: Al aumentar la temperatura corporal, se estimula la liberación de endorfinas, hormonas responsables de la sensación de placer y bienestar. Asimismo, se promueve la actividad del sistema nervioso parasimpático, encargado de las funciones corporales en estado de descanso y recuperación. Por ello, los baños termales o la aplicación de calor son muy efectivos para reducir el estrés y la ansiedad, influyendo positivamente en la calidad del sueño y en la recuperación integral del individuo.

  • Antecedentes históricos y culturales: Desde las antiguas prácticas de las aguas termales japonesas (onsen) hasta los hammams en el mundo árabe, el baño caliente siempre ha sido valorado no solo por sus beneficios terapéuticos, sino también por su dimensión social y espiritual. Estas culturas atribuían a la inmersión en agua caliente la capacidad de purificar el cuerpo y la mente, estableciendo rituales que fomentaban la cohesión comunitaria y la relajación profunda.


  • Otras formas de aplicar frío y calor

    1. Compresas y crioterapia localizada: Además de la inmersión, el uso de compresas frías en áreas específicas se emplea para reducir inflamaciones localizadas, como en lesiones en rodillas, hombros o codos. La crioterapia con cámaras de nitrógeno líquido es otra alternativa que ofrece exposiciones a muy bajas temperaturas en periodos cortos, con el objetivo de estimular la recuperación muscular y mejorar la circulación sanguínea tras la sesión.

    2. Compresas calientes y termoterapia por infrarrojo: El calor puede aplicarse mediante compresas térmicas, mantas eléctricas o lámparas de infrarrojo, logrando un calentamiento focalizado. Esta técnica resulta útil para personas con dolencias crónicas como artritis, contracturas o lesiones antiguas, pues aumenta la elasticidad de los tejidos y reduce el dolor.