Translocación bacteriana y paso de macromoléculas al torrente sanguíneo
La translocación bacteriana se define como el paso de bacterias o de sus productos (por ejemplo, endotoxinas) desde el lumen intestinal hacia órganos extraintestinales y/o circulación sistémica [10]. Este proceso es particularmente relevante en pacientes con enfermedades críticas o en estados de inmunodepresión, aunque también puede observarse en situaciones de disbiosis intestinal. El lipopolisacárido (LPS) presente en la pared celular de bacterias Gram-negativas, por ejemplo, es un potente inductor de la respuesta inflamatoria, activando macrófagos, monocitos y otras células inmunes [11].
Además de las bacterias y sus productos, el síndrome del intestino permeable facilita el paso de macromoléculas alimentarias y toxinas ambientales. Estas moléculas, al ingresar al torrente sanguíneo, pueden desencadenar procesos de hipersensibilidad o reacciones inmunes repetidas que promueven un estado de inflamación sistémica de bajo grado [12]. Esta inflamación crónica puede afectar diversos sistemas, exacerbando patologías autoinmunes y metabólicas, incluyendo diabetes tipo 2, obesidad e, incluso, trastornos neurológicos [13].
Activación del sistema inmune e inflamación sistémica de bajo grado
Una de las consecuencias más notorias de la translocación bacteriana y del paso de macromoléculas es la activación persistente del sistema inmune [14]. La liberación de citocinas proinflamatorias (IL-1, IL-6, TNF-α), quimiocinas y otras sustancias mediadoras puede desencadenar una cascada inflamatoria que se disemina a través del torrente sanguíneo, comprometiendo múltiples órganos [15]. Este estado de inflamación sistémica crónica está vinculado a cambios endoteliales, disfunción mitocondrial y alteraciones en la coagulación, factores que predisponen a daño en tejidos y órganos distantes.