De hecho, este ejemplo lo podemos aplicar hasta en lo relativo a los huesos del cuerpo humano. Mucho se habla del calcio para endurecer los huesos, y de la falta de calcio como causa frecuente de huesos frágiles e incluso de osteoporosis. Sin embargo, la matriz ósea también contiene en gran medida colágeno, que proporciona flexibilidad y elasticidad para absorber impactos. De modo que un hueso con alta densidad mineral pero baja elasticidad (poco colágeno) se vuelve más rígido y propenso a fracturas ante un impacto. No se trata meramente de tener huesos duros, sino de un equilibrio entre dureza y flexibilidad.

Bueno, pues, estos ejemplos los cité para compararlos con algunas ramas de la medicina natural y la rigidez de sus métodos y de sus propuestas. La medicina ortomolecular, por ejemplo, tiene como fundamento el mantener la salud y tratar enfermedades mediante el uso de dosis óptimas de sustancias naturales, como vitaminas, minerales, aminoácidos y enzimas. Esto implica la premisa de que la deficiencia de distintos nutrientes es la causa de las enfermedades, lo cual, por supuesto, no es cierto. Y si la premisa o la propuesta fundamental es errada, también lo será todo el cuerpo restante. Esta rigidez en su propuesta ha hecho y hará que falle en muchos casos.

Por ejemplo, es menos probable que un paciente diabético lo sea por falta de nutrientes, en comparación con las probabilidades de que lo sea por glucotoxicidad, o por infecciones bacterianas o virales, o por sedentarismo. En estos casos, no puede sanar solo con la administración de ciertos nutrientes, sino que tiene que haber una adecuada alimentación, plantas con propiedades antidiabéticas, e incluso antimicrobianas y antivirales, y ejercicio físico habitual. Pero algún simpatizante de susodicha rama osará decir: “Sí puede sanar, porque los nutrientes le ayudarán a combatir las infecciones, y le proporcionarán al cuerpo lo que le hace falta para que se defienda y sane a sí mismo”. Muy bien. Y si la persona es sedentaria, ¿cómo habrá de mejorar? Aquél dirá: “Tiene que complementar con ejercicios físicos”. Entonces ya no es medicina ortomolecular; por lo tanto, esta no es suficiente en muchos casos.

Y si el paciente viene con un intestino enfermo y atiborrado de tóxicos, ¿los nutrientes le ayudarán a expulsar todo esto? Claro que no. Necesita otros elementos que no son nutrientes y que, de hecho, ni se consumen ni son sustancias que se administran al cuerpo, como los ayunos. Porque el ayuno activa el más eficiente mecanismo intrínseco de limpieza intestinal, que se llama Complejo Motor Migratorio. Ocurre en automático, y no cuando comemos ni bebemos, sino precisamente cuando dejamos de hacer estas cosas. O si el paciente padece de estreñimiento crónico es muy probable que no mejore solo con el consumo de fibra dietética o con enzimas digestivas; en muchos casos es necesario acudir a los probióticos, naturales o no. Y esto ya no es medicina ortomolecular.

Por otro lado, la rama de homeopatía tiene como fundamento la “Ley de los similares”, esto es, que una sustancia que causa síntomas en una persona sana, puede curar esos mismos síntomas en una persona enferma, cuando se administra en dosis infinitesimales. Con esto se busca estimular la capacidad de autocuración del cuerpo mediante el uso de sustancias altamente diluidas. Al estar estas sustancias altamente diluidas, muchas veces hasta el punto de no quedar ninguna molécula de la sustancia original en el remedio, es probable que la sensación de mejoría subjetiva en muchos casos se deba a un efecto placebo.