El estrés oxidativo también induce inflamación crónica, porque provoca una respuesta inflamatoria prolongada. La inflamación crónica crea un ambiente propicio para el desarrollo del cáncer, ya que promueve la proliferación celular, la angiogénesis (formación de nuevos vasos sanguíneos que nutren el tumor) y la invasión de tejidos. Además, puede interferir con las vías de señalización celular que regulan el crecimiento, la diferenciación y la muerte celular, lo que puede contribuir al desarrollo del cáncer. [97, 98]

 

2. Interferencia con la reparación del ADN: Algunos metales, como el arsénico y el níquel, pueden inhibir la actividad de las enzimas que reparan el ADN dañado. Al inhibir la reparación del ADN, estos metales permiten que las mutaciones se acumulen, lo que aumenta el riesgo de cáncer. [99. 100]

 

3. Alteraciones epigenéticas: También pueden provocar cambios epigenéticos, que son modificaciones en la expresión génica que no implican cambios en la secuencia de ADN. Estas modificaciones pueden ser heredables y afectan la forma en que se “leen” los genes.

Estas alteraciones epigenéticas pueden silenciar genes supresores de tumores o activar oncogenes, contribuyendo así al desarrollo del cáncer. Por ejemplo, pueden alterar la metilación del ADN (la adición de grupos metilo al ADN, lo que generalmente silencia la expresión génica) o modificar las histonas (proteínas alrededor de las cuales se enrolla el ADN), afectando la estructura de la cromatina y la expresión génica. [101, 102]