No obstante, la tendencia indica que cada vez más grupos de investigación están interesados en explorar este fenómeno desde el rigor científico. Muchos de los beneficios reportados correlacionan bien con la fisiología de la bioelectricidad humana y la química de los radicales libres, lo que sugiere que existen bases plausibles para sostener que el grounding podría desempeñar un papel en la salud integrativa [8].
10. Conclusión
El grounding o earthing, en su esencia, representa un reencuentro con nuestra propia naturaleza. Durante gran parte de la historia, el ser humano ha mantenido un contacto cercano con la tierra, absorbiendo sus electrones libres y beneficiándose de la estabilidad bioeléctrica que esta conexión ofrece. Con el auge de las sociedades modernas y el incremento del uso de calzado aislante, edificios de concreto y campos electromagnéticos artificiales, esta vinculación directa fue menguando, dando lugar a nuevas incógnitas y desafíos para la salud. A la luz de diversos estudios científicos, se ha propuesto que el grounding ayuda a restablecer el equilibrio electrónico del organismo, reduce el estrés oxidativo, modula la inflamación y mejora diversos parámetros fisiológicos que se relacionan con el bienestar integral.
Si bien aún existe un camino por recorrer en cuanto a la evidencia científica de mayor escala y robustez metodológica, los hallazgos preliminares y la lógica biofísica detrás del grounding señalan una vía prometedora. Practicar grounding no solo implica una conexión con el planeta, sino también un acto de conciencia y reconciliación con el propio cuerpo. Al integrar el contacto con la Tierra en nuestra rutina diaria, podríamos experimentar mejoras en la calidad del sueño, la respuesta inmune y la regulación del estrés, entre otros beneficios reportados. Por ende, esta práctica ancestral, sustentada hoy en la ciencia moderna, se erige como un recurso adicional en la búsqueda de una salud más plena y equilibrada.