Por Dionan Marval


Introducción

El ayuno, en sus diversas formas, ha ganado popularidad en los últimos años como una herramienta para mejorar la salud y el bienestar. Desde el ayuno intermitente, que implica alternar periodos de alimentación con periodos de ayuno, con duraciones que van desde las 16 horas de ayuno y 8 horas de alimentación (método 16/8) hasta ayunos en días alternos (método 5/2), hasta las terapias de ayuno más prolongadas, que pueden extenderse por varios días, e incluso ayunos prolongados de más de una semana, esta práctica milenaria ofrece una serie de beneficios 1.

Entre los beneficios del ayuno se incluyen la pérdida de peso, la mejora de la sensibilidad a la insulina, la reducción de la inflamación 2, la mejora de la función cognitiva 3, la salud cardiovascular 3 y la optimización de los procesos de reparación celular 4. Sin embargo, es importante comprender que durante el ayuno, el cuerpo puede experimentar una serie de síntomas que, aunque a veces incómodos, son en realidad señales de que el organismo está llevando a cabo un proceso de limpieza y regeneración profunda.

Desde una perspectiva holística, el ayuno se considera mucho más que una simple restricción calórica. Es una oportunidad para que el cuerpo se “resetee” y active sus mecanismos naturales de curación. Al privar al cuerpo de alimento durante un tiempo determinado, se desencadenan una serie de procesos fisiológicos que promueven la eliminación de toxinas, la reparación celular y la optimización del metabolismo 5.