1) Amargo

Promueve digestión y bilis, y apoya el metabolismo

En Egipto, Grecia y la medicina ayurvédica se valoraban los sabores amargos para “activar” el estómago y “limpiar la bilis”. Dioscórides y Galeno recomendaban genciana y ajenjo para la indigestión. Hoy entendemos que los receptores del sabor amargo activan reflejos digestivos: aumentan saliva, jugo gástrico y el flujo de bilis; además, varios amargos mejoran la sensibilidad a la insulina. Ejemplos clásicos de esto son la genciana, el ajenjo, el diente de león, la achicoria, la alcachofa, la centaura menor, el boldo, el agracejo (berberis), la andrographis y el neem. Todas éstas son beneficiosas en pesadez postprandial, hígado “perezoso”, estreñimiento atónico y apoyo metabólico. Evitar en úlcera activa, gastritis, embarazo (según la planta) y en personas con cálculos biliares grandes por riesgo de cólico.


2) Picante