CONCLUSIÓN

En conclusión, la canela (Cinnamomum verum) constituye un tesoro fitoterapéutico que fusiona tradición y evidencia científica. Sus usos ancestrales han sido respaldados por una creciente cantidad de estudios que resaltan sus propiedades antioxidantes, antiinflamatorias, hipoglucemiantes y antimicrobianas [1][2]. La presencia de cinamaldehído, eugenol, ácido cinámico y proantocianidinas explica buena parte de su eficacia en el abordaje de trastornos metabólicos, cardiovasculares y digestivos, convirtiéndola en una especia versátil que merece un lugar destacado en la alimentación y en la terapéutica natural [6][7].

No obstante, es fundamental consumir canela de calidad, preferiblemente la variedad de Ceilán, para asegurar un bajo contenido de cumarina y minimizar riesgos de toxicidad [4]. De igual manera, y como con cualquier otro recurso fitoterapéutico, el consumo debe ser informado y, si es necesario, supervisado por un experto para evitar posibles contraindicaciones e interacciones medicamentosas. De esta manera, se aprovecha al máximo su potencial sin comprometer la seguridad del paciente, manteniendo el legado ancestral y validándolo con la ciencia moderna [8].


Referencias