Uno de los motivos más comunes por los que las personas se acercan al ayuno es para el control de peso. Al reducir la ingesta calórica en periodos concretos, se promueve la lipólisis y la oxidación de grasas, ayudando a mantener o lograr un peso corporal saludable [27]. Aunado a esto, el ayuno estimula la secreción de la hormona del crecimiento (GH), que facilita la conservación de la masa muscular y promueve la oxidación de grasa [28].
4.3. Salud neurológica y cognitiva
El ayuno desencadena cambios beneficiosos en el cerebro. Por un lado, la producción de cuerpos cetónicos puede servir como un sustrato energético eficiente y neuroprotector [8]. Por otro, la activación de la autofagia neuronal contribuye a la eliminación de agregados proteicos que se correlacionan con enfermedades neurodegenerativas [10]. Estudios en animales y humanos sugieren que el ayuno mejora la plasticidad sináptica, la memoria y la concentración. También disminuye la producción excesiva de radicales libres, lo que protege las neuronas del daño oxidativo [29].
4.4. Regulación de la inflamación sistémica
La inflamación crónica es un factor de riesgo para una amplia gama de enfermedades, desde la diabetes tipo 2 hasta la aterosclerosis y el cáncer [30]. El ayuno, al reducir la disponibilidad de nutrientes, desencadena mecanismos celulares y humorales que limitan la liberación de citoquinas proinflamatorias. Paralelamente, estimula vías de señalización antiinflamatorias que contribuyen a equilibrar la respuesta inmune [31].