• Bucle de retroalimentación psicológica: El cerebro percibe estas sensaciones corporales. Si no se identifica la causa raíz (la fatiga ocular), la mente puede interpretar estos síntomas como una señal de peligro o amenaza real, generando pensamientos ansiosos y preocupación. Esto crea un círculo vicioso: la fatiga ocular causa síntomas físicos de ansiedad, y la ansiedad aumenta la sensibilidad al dolor y la tensión, empeorando la fatiga ocular [4].

  • Este estado de hiperactivación simpática sostenida no solo es agotador, sino que también dificulta la capacidad del cuerpo para volver a un estado de calma, haciendo que la persona se sienta constantemente “en el borde”, nerviosa o irritable sin una razón aparente.


    Prácticas y terapias conductuales

    Afortunadamente, la conexión entre la fatiga ocular y la ansiedad no es una sentencia ineludible. Al ser una condición fuertemente ligada a nuestros hábitos y estado fisiológico, disponemos de un amplio abanico de estrategias para prevenirla, mitigarla e incluso revertir sus efectos. Estas intervenciones van desde sencillos cambios conductuales hasta el apoyo nutricional y botánico, todas ellas orientadas a un doble objetivo: reducir la carga sobre el sistema visual y reequilibrar el sistema nervioso autónomo.

    Pasemos, pues, a hablar resumidamente de las prácticas, terapias y sustancias naturales que cuentan con respaldo científico para mejorar esta condición. Estas son las intervenciones de primera línea, ya que abordan directamente las causas fundamentales de la fatiga ocular.