La historia del Nicotinamida Adenina Dinucleótido (NAD) se remonta a principios del siglo XX, en un contexto en el que la bioquímica apenas comenzaba a descifrar los secretos de la fermentación y el metabolismo celular. En 1906, los químicos británicos Arthur Harden y William John Young estudiaban el proceso de fermentación alcohólica en extractos de levadura. Descubrieron que al añadir un “factor termolábil” —más tarde identificado como una enzima— y un “factor termoestable” presente en los extractos, la fermentación se aceleraba notablemente [1].
Ese factor termoestable resultó ser el NAD, aunque en ese momento no se conocía su estructura ni su naturaleza química. Harden y Young lo describieron simplemente como un “coenzima misterioso” capaz de transferir energía durante la conversión de glucosa en etanol y dióxido de carbono. Este hallazgo les valió el Premio Nobel de Química en 1929, compartido con Hans von Euler-Chelpin, quien posteriormente aclaró la estructura química del NAD [2].
2.2 Otto Warburg y el papel del NAD en la respiración celular
El siguiente gran paso en la comprensión del NAD lo dio Otto Warburg, científico alemán que revolucionó la bioquímica celular. En la década de 1930, Warburg demostró que el NAD estaba íntimamente involucrado en las reacciones de óxido-reducción de la respiración celular. Identificó al NAD como el principal portador de electrones en el metabolismo aeróbico, mostrando cómo alternaba entre sus formas oxidada (NAD⁺) y reducida (NADH) [3].
Warburg describió este proceso como una “danza de electrones” que alimentaba a la cadena de transporte electrónico mitocondrial, la cual produce ATP, la principal moneda energética del organismo. Sus investigaciones no solo le valieron el Premio Nobel de Medicina en 1931, sino que también sentaron las bases para el estudio de la bioenergética moderna [4].